8/4/09

8 abril 2009

El mundo como apoyo para la integración de contenidos de conciencia. El mundo, nuestro mundo, como pura pantalla de proyección. Todo y todos, las personas, las situaciones, el propio maestro, como pantallas donde me reflejo.
Así, mis amores y odios, mis resentimientos, mis deseos de ser aprobada o admirada, mi frustración cuando no lo consigo, mi vana y efímera alegría cuando lo consigo, mi bulimia material y espiritual, mi imagen de Dios... todo emerge de mí, se refleja y me es devuelto por la pantalla en blanco que es el mundo.
Obrar es pecar, dice Agustín. Cualquier obrar. Cualquier búsqueda. La propia búsqueda del maestro, de iluminación, este mismo blog en el que, so capa de expresión, también me exhibo.
Pero feliz pecado, feliz culpa, dice la Liturgia. ¿Cómo evitar el impulso de obrar, y, sobre todo, cómo evidenciar lo que de mí está oculto para mí misma si no peco?
Mientras haya necesidad, habrá pecado y necesidad de purificación.
Al parecer, es el propio pecado la única vía de liberación.
Y, dice Agustín, puestos a pecar, pecar fuerte.
Así, añado yo, será mayor mi toma de conciencia.
Que me acuerde de esto. Que me acuerde de esto cuando me sobrevenga el juicio sobre mis hermanos y su pecado. Mis hermanos en la tarea común de limpiar de contenidos la conciencia, la única conciencia, para que brille sin mácula el Sí mismo.
Amén. Amén Amén.

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