En cierta ocasión, no hace demasiado tiempo, llegué a la catedral de Santiago.
"Espiritual" que es una.
Lo que no me esperaba, lo que de ninguna manera me esperaba, fue el irresistible impulso que me invadió de acercarme al sacramento de la confesión.
Hacía décadas que no me confesaba.
Traté de resistirme, alegando ante mí misma que quien esperase en el confesonario no iba a entender nada de lo que alguien tan "compleja" como yo tenía para decir.
Pero el impulso crecía y crecía, así que con una mezcla de miedo y sobrecogimiento me acerqué al confesonario. Y empecé a llorar y a llorar.
Quien me acogió fue un hombre de Dios, sencillo, sabio y lleno de amor.
Que me escuchó confesar mis traiciones, hacia los demás y hacia mí misma, me aceptó, me absolvió y cuando, llena de gratitud, me iba a marchar, me retuvo y me dijo:
"Por favor, de vez en cuando, cuando se acuerde, pida a Dios por mí".
Nunca, desde entonces, he dejado de hacerlo.
La penitencia que me impuso fue rezar unas oraciones ante la Divina Madre. Decía que nos condenamos demasiado a nosotros mismos, y que tendemos a olvidar el amor de María.
Así que recé ante una Virgen negra que irradiaba en un pequeño altar.
Este blog, entre otras muchas cosas, nació de aquella confesión. Sus efectos aún no han terminado, porque, a diferencia de aquél hombre de Dios, yo aún no he terminado de absolverme.
Pero lo que sí voy a tratar de hacer es traicionarme lo menos posible.
Y no avergonzarme jamás de seguir el camino del amor.
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Hola Soledad:
ResponderEliminarLos caminos del amor son insondables, se abren sin condiciones para cada una de sus manifestaciones y como cada uno de nosotros somos ese Amor en alguna de sus infinitas manifestaciones, siempre encontraremos el lugar, el momento y el modo de encontrarnos.
Gracias por hacernos conocer tus experiencias, es una manera de iluminar las nuestras.
Un abrazo.
El impulso a vaciarse de uno mismo...
ResponderEliminarSampai.
ResponderEliminarDemos gracias entonces al sacramento de la confesion, a la Virgen María, y a tan bienaventurado hombre de Dios, que nos trajo la fortuna de conocer este blog, y lo mas importante, de "conocerte" a ti.
Un abrazo, Soeldad de Dios.
Gracias, Delia, por tu sabiduría.
ResponderEliminarSí, Inés, el impulso a vaciarse.
César, sencillamente, gracias.
Hola Soledad.
ResponderEliminarQue hermosa expeciencia!
Me has hecho llorar (y no es fácil).
Te aseguro, por todos los dioses, que absuelta estás.
Un fuerte abrazo.
Querida Soledad, no sé q. decirte, hace tanto q. no me confieso (en un confesionario, claro está)
ResponderEliminarMe confieso conmigo misma, pero no de mis pecados, creo no tener pecados, los dejé toditos en un confesionario de Agustinos a los 18 años, eran tantos los pecados (q. yo me inventaba) q. tenía , que andaba con la espalda arqueada, cuando me liberé de ese peso empezé a ver a ese otro Dios amigo y Misericordioso, respiré aliviada
Respeto tu relato y me alegro contigo por ello, de doy las gracias por haber compartido tan sinceramente
un abrazo
Hola, Guillem.
ResponderEliminarFue (y es) gracia sobre gracia.
Y yo también lloré al escribirlo.
Un abrazo.
Maestra Arianna, ojalá pueda decir eso pronto.
ResponderEliminarUn beso inmenso.
Y a ese Dios misericordioso estoy empezando a atisbarlo.
ResponderEliminarHola Soledad,
ResponderEliminar¡vaya!, como a Guillem también me he puesto a llorar porque se sabe muy bien de ese sufrimiento. Y es que la mente, el pensamiento, jamás nos va a absolver. Subirnos a lo más alto y hundirnos en la miseria son dos movimientos que sabe hacer a la perfección, está en su naturaleza. Darse cuenta de que somos antes y más allá del pensamiento es lo que aquí ha servido y sirve para contrarrestar esa no-absolución. Bueno, se comparte por si puede servir.
Un abrazo amiga!
Hola, Jose Manuel. Me alegra inmensamente verte por aquí.
ResponderEliminarLo que dices es la verdad.
Pero mi experiencia ha sido muchas veces tratar de ir "más allá del pensamiento" negándolo y negándome, o afirmando, sin darme cuenta, un ego enorme.
En palabras de uno de mis antiguos maestros: "tomar el cielo por asalto sin abandonar los infiernos, lo que ha provocado, en el mundo de la vida media, infinita contradicción" (Silo).
La mente y el ego no nos van a absolver jamás. Eso sólo puede hacerlo el Dios que somos, y es pura gracia.La que tiene un ser como Arianna (Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios).
Tengo que decirte que, desde hace ya bastante, te siento a veces muy cercano, y te agradezco infinito tus instantes de cercanía.
Un abrazo inmenso, amigo.
Sois todos unos llorones , que lo sepais!
ResponderEliminarPero en el crsital de vuestras lágrimas, yo veo asomarse la sonrisa de dios.
La verdad, El os ama tanto que os caerias de bruces si os lo diera todo de golpe.
Por eso la mente fabrica un camino, para prepararse...pero cuando llega el momento, da igual lo que se haya andado, no hay dios que soporte su visión.
Uno mira, y al instante suguiente, ya no hay nadie.
J. Manuel, tu sabes latin, señor mio, y lo sabes. Pero mejor no lo sepas, a si sigues sabiendo, sin saber nada.
Guillem, eres en verdad un alma cándida.
Soledad, cariño, ni te reconozco, solo veo un corazón desbordándose.
Arianna, a falta de poder hacer nada mas, ya solo puedo guñarte el ojo.
Camianar contigo de la mano por esos bosques mágicos, como dos niños extasiados.
Que espectáculo veros a todos, que milagro...
Gracias x existir, tal cual sois.
Gracias a dios, por haberos creado.
Ay, César, que vas para bakti...
ResponderEliminarTanto coco pa tan poco.
Beisos, que dice mi hija.
Pues si voy para bakti
ResponderEliminarbaktiré palmas contigo en segunda fila
cantando a mi señor
Y veras que mal canto y que poco me importa.
Beisos pues.
Que bella tu experiencia Soledad!
ResponderEliminarMe sentí identificada, a mi también ne ha sucedido y aún me sucede, bastante a menudo...tras la oración...en momentos de catarsis llorando, elevando mis emociones al cielo...son momentos de dejar ir...
Que importa si tu experiencia fué en el confesionario o a solas en una habitación de tu casa, lo cierto y verdadero es hacia donde tu ser te llevó... a soltar, a dejar atrás toda ese peso, toda esa basura del pasado... dolor, sufrimiento. Realmente es una experiencia sutil, muy intensa y profunda, que te deja liviana, muy liviana y libre como el viento.
Gracias de corazón por compartirla.
Y a tí por comprenderla.
ResponderEliminarMe conmovió hasta las lágrimas. Gracias Soledad.
ResponderEliminarPero me pregunto ¿A quién hay que absolver?
Cuando soy el presente descubro que soy nadie y que por lo tanto no hay nadie a quien culpar. Esa comprensión me viene por ráfagas y es absoluta. De ahí viene la palabra "absolución".
Gracias por ser tan honesta contigo misma.
Querida Paula, del vacío brotó en el ahora ese recuerdo, y al vacío volverá, como continuamente nacemos y volvemos al vacío, ya que somos de su naturaleza. O, en el lenguaje de otra tradición, estamos hechos de Dios.
ResponderEliminarPero, si bien la forma es vacío, no habría que olvidar que el vacío es forma.
No creo, por tanto, que deba renegar de lo que, en un momento, se presenta a mi conciencia, incluyendo la necesidad de absolución.
En este momento, siento el impulso de afirmar el mundo de la forma, su naturaleza divina, su ser no-dos con lo que no es forma.
Y también la necesidad de integrar mi amor por Dios (y por Su manifestación) con mi certeza de que somos Él, porque "en Dios vivimos y tenemos el ser".
Y de reconciliarme, también, con todas esas traiciones a mí misma y a otros, que finalmente constituyen la materia prima a transmutar,la "materia despreciable" con la que comienza la obra alquímica.
Paradoja tras paradoja y gracia sobre gracia,
incluyendo también el hecho mulagroso de estar aquí, en este espacio sagrado virtual, gentes venidas de todos los lugares, compartiendo nuestra humanidad y nuestra divinidad.
Un abrazo y gracias por tu presencia entre nosotros.
Soledad de Dios.
ResponderEliminarAhora Soledad esta mirando a Dios y Dios esta mirando a Soledad.
Mas allá de las division conceptual entre dualidad o no dualidad, tu verdad brilla por si misma.
Ahora soy el que me postro ante los dos, ante Dios y Soledad, que son Uno, y tambien dos.
Ya me entiendes.
Atte, maestra y dicípula, mujer, madre, hija, y hermana en el camino.
Namaste, César.
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